Sinopsis:
Mejor
que hacer mi propia sinopsis, y teniendo en cuenta el enorme respeto que me
produce el autor sobre el que voy a hablar, creo mejor reproducir sus propias
palabras sobre las razones que le impulsaron a publicar su ensayo sobre estos
autores. De esta forma me aseguro la mejor manera de plasmar en esta reseña el
punto de vista tan particular que el escritor austriaco imprime a sus
singulares biografías:
Un
primer extracto, que es el que utiliza la propia editorial en su
contraportada…:
«[…]no
es por casualidad que reúno en un solo libro estos tres ensayos sobre Balzac,
Dickens y Dostoievski. Con un propósito común trato de mostrar a los tres
grandes novelistas—y en mi opinión los únicos—del siglo XIX como prototipos que
precisamente por el contraste de sus personalidades se complementan y quizás
elevan a forma clara y distinta el concepto de novelista, es decir, de forjador
de mundos épicos.»
Y un segundo extracto en el que se hace una
declaración de intenciones, un establecimiento definitorio del concepto «novelista»
–contra el de «autor de novelas»- sobre el que ha de basarse la comprensión de
la intención y, sobre todo, el disfrute de la lectura:
«Novelista,
en el sentido más elevado de la palabra, solo lo es el genio enciclopédico, el
artista universal que –aquí la extensión de la obra y la plétora de personajes
se convierten en argumento- construye todo un cosmos, que junto al mundo
terrenal crea el suyo propio con sus propios modelos, sus propias leyes de
gravitación y su propio firmamento. […]Cada uno de estos artistas crea una ley
de vida, un concepto de la vida, con la plétora de sus figuras, y los destaca
con tanta armonía que gracias a él el mundo adopta una nueva forma.»
La lectura:
Si en algún
momento alguien espera encontrar en el trabajo de Zweig un ensayo objetivo
sobre la figura de sus biografiados es mejor que ni empiece a leer sus
trabajos. Stefan Zweig es un experto en radiografiar la psicología del
personaje, si… pero inevitablemente este esfuerzo supone una visión subjetiva
de las personalidades de sus «victimas». Es evidente, por ejemplo, que,
considerando y mucho la figura de Charles Dickens –sino no hubiera sido uno de
los elegidos, sin ninguna duda- es al que menos admiración profesa, habitando
sin embargo al otro lado de esta hipotética lista de prioridades su homologo
Dostoievski y, un poco más allá de la idolatría que muestra por el autor ruso,
el francés Balzac. Las comparaciones son muchas pero lo mas ilustrativo es que,
casi todas, se encuentran en el ensayo que se dedica al propio Dickens… Es como
si le hubiera costado incluirle, aún reconociendo sus meritos. Como si
continuamente quisiera dejar claro su preferencia por sus dos «endemoniados»:
«Los héroes de Balzac son ambiciosos y dominantes, arden en deseos
vehementes de poder. Nada les basta, son todos insaciables, todos son a la vez
conquistadores del mundo, revolucionarios, anarquistas y tiranos. […]También
los de Dostoievski son fogosos y arrebatados, su voluntad rechaza el mundo y
con una soberbia insatisfacción pasan por encima de la vida real para asir la
verdadera; no quieren ser ciudadanos ni hombres, sino que en todos ellos
centellea bajo la humildad el peligroso orgullo de querer ser un redentor. El
héroe de Balzac quiere someter al mundo, el de Dostoievski vencerlo. Ambos
tienden a ir más allá de lo cotidiano, se dirigen como una flecha al infinito.
Los personajes de Dickens, por el contrario, son comedidos. Dios mío, ¿qué
quieren? […] Los ideales del mundo de Dickens se han contagiado de la palidez
del mundo en que vive.»
No
deja lugar a dudas, ¿no?... en cualquier caso la extensión del ensayo sobre
Dostoievski en contraste con los otros dos, es aun más ilustrativo. Se trata de
más de 130 páginas contra las 37 que dedica a Balzac o las 35 con las que
despacha a Sir Charles Dickens. Además divide su ensayo en varios capítulos en
los que desgrana pormenorizadamente desde su aspecto, la tragedia de su vida,
su demonio interior, sus personajes, su estilo literario, su influencia… en
fin: varios capítulos en los que, sin lugar a dudas evidencia su preferencia y
su admiración por el escritor eslavo, al que dedica estas líneas:
«Al entrar en la esfera de Dostoievski,
entramos en un mundo místico de paisaje primitivo, antiguo y virgen a la vez, y
un dulce terror nos invade como ante la cercanía de elementos eternos. Pronto
la admiración, llevada por la fe, ansía detenerse, más un presentimiento
advierte al corazón cautivado de que no podrá morar allí para siempre y tendrá
que regresar a nuestro mundo más cálido y amable, pero también más estrecho.
Avergonzados, comprobamos que este paisaje de bronce es demasiado grande para
la mirada de todos los días, demasiado sofocante […]para nuestro tembloroso
aliento.»
En
fin… la verdad es que si pudiera acabaría trascribiendo la mitad del libro ya
que, como ya he dicho en multitud de ocasiones, Stefan Zweig es un autor al que
idolatro. Soy su fan numero uno y, por supuesto, se nota.
Opinión:
Desde que llegó a
mis manos el primer libro de Zweig he considerado su lectura un valor seguro,
un remanso de paz… Seleccionar uno de sus trabajos es una forma de asegurarme
que la tarea confortará mis ansias didácticas y sumará un nuevo elemento de
satisfacción a ese, –últimamente maltratado por la situación política y
económica- mi maltrecho ánimo. Por supuesto no me he equivocado y vuelvo a
recomendar firmemente la lectura de esta mí -si no recuerdo mal- sexta reseña
-aunque anteriormente a la creación de este blog había leído alguno más- de un
libro del autor austriaco. Solo una acotación. Hay que tener en cuenta que en
el ánimo de Zweig no está en ningún momento hacer una biografía al uso, un
resumen de vida y obra sobre los autores que se reseñan en el título. No se
pretende plantear una crónica biográfica… Sus intenciones son distintas, más
ambiciosas, y se resumen perfectamente en este extracto del libro:
«…presentar en su unidad oculta esta ley interior, esta ley de
caracteres es el intento esencial de mi libro, cuyo subtitulo no escrito podría
ser: 'Psicología del novelista'. […]Los tres ensayos presuponen un conocimiento
de las obras: no pretenden ser una introducción, sino sublimación,
condensación, extracto. Puesto que compendian tienen que limitarse a dar mis
impresiones personales.»
Por
tanto resulta más que recomendable, antes de empezar la lectura de cada una de
los ensayos, echar un vistazo al menos –ya que resultaría exagerado leer (o
releer) su obra- un resumen, lo más completo posible, de su biografía más o
menos oficial… Wikipedia podría bastar. Es la mejor forma de degustar en toda
su extensión la increíble capacidad de Zweig de introducirse en el alma de sus
biografiados y comprender lo mejor posible las innumerables referencias que
hace a los diferentes sucesos que condicionarán la disección de sus
personalidades. Yo, por ejemplo, he releído el capítulo dedicado a Balzac y,
tras terminarlo sin haberlo entendido en toda su magnitud, he vuelto a él después
de examinar su biografía. Los resultados son infinitamente más satisfactorios
cuando he completado el conocimiento sobre su vida y obra -que, confieso, eran
bastante precarias. Tras la experiencia no he podido por menos que repetir el método
con Charles Dickens y, un poco menos, ya que conocía un poco mas su biografía,
con Dostoievski.
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