Sinopsis:
Meursault
ha llevado hasta ahora una vida apática e insulsa. Su figura significa la
pasividad y el escepticismo ante todo lo que transcurre a su alrededor. Su
madre ha muerto y, este ser indiferente parece no mostrar un sentimiento especialmente
angustiado ante lo que podría parecer un acontecimiento que podría condicionar
el resto de su vida. Lejos de eso vuelve a su trabajo y a la rutina:
«Pensé que,
después de todo, era un domingo menos, que mamá estaba ahora enterrada, que iba
a reanudar el trabajo y que, en resumen, nada había cambiado».
Casi
inmediatamente conoce a María con la que comienza una relación de pareja, que
reconoce basada en el deseo, sin más compromiso por su parte. Todo transcurre
con aparente normalidad, pero con evidente lentitud e insensibilidad hacia las
emociones hasta que, diferentes circunstancias le llevan a cometer un
asesinato. Tras un juicio, en el que Meursault empieza a preguntarse el sentido
de su existencia, empieza a reconocerse como ser vital e individual y a plantearse
si el final de su vida debería estar en manos de otros hombres, si debería ser
juzgado por otros seres cuya existencia es tan absurda como la suya. Antes de
ser llevado al patíbulo toma conciencia emocional de su realidad y se reconoce
como ser libre dueño de su propia existencia.
La lectura:
Y es
que «El
extranjero» no
es una novela al uso, en realidad no podría clasificarse más que como un estudio
sobre el ser humano; un pequeño tratado de filosofía; una introducción a la
esencia del existencialismo, que Albert Camus, durante toda su obra, ha
conseguido empastar como nadie con el relato corto. Su lectura solo puede
entenderse si el lector, a la vez que disfruta del relato, se deja seducir por las
cuestiones que, sobre la identidad y la idiosincrasia del ser humano, salpican
su lectura. Podría decirse que nos enfrentamos ante una fuente de reflexión,
una oportunidad que nos da la literatura para reconocernos como individuos
capaces de plantearnos si, realmente, hemos adquirido un compromiso auténtico
con nosotros mismos.
En
una primera parte se nos presenta un personaje, Meursault, desconectado del
mundo, ausente en cuanto no pretende tomar partido sobre su destino. No existe
explicación ni parece haber sentido, por lo que nada parece importante. Nada
parece necesitar una razón de ser. Su experiencia vital se limita a sobrevivir
dejando que la existencia vaya transcurriendo sin adquirir un compromiso real con
su propia vida. Las emociones y la sensibilidad solo nos confunden y nos
convierten en vulnerables. Vive para ocultarse, vive una vida poco auténtica
que le hace extranjero de su propio ser, no asume el protagonismo. Es decir:
estamos destinados a morir, pero esta realidad, el camino hacia la muerte -o
sea la nada- nos genera una angustia enorme que tratamos, de todos modos, de resolver
por evitación; tratamos de sustraernos: de huir...
La
segunda parte se resuelve con el salto intelectual que experimenta el
protagonista hacia ese ser auténtico que asume el protagonismo. A partir de la
primera certeza que Meursault reconoce en su vida -que va a ser ejecutado- se
produce la rebeldía… asume esa máxima que postula la corriente existencialista:
«…el
individuo es libre y totalmente responsable de sus actos.» No hay una
naturaleza que determine el comportamiento humano, no existe un sistema de
creencias de origen divino al que estamos sujetos. Es el ser humano el que
puede, y debe, buscar una ética que supere las moralinas y prejuicios, que
determine al individuo como libre y responsable de su propia existencia.
El tono del
relato cambia magistralmente y, poco a poco, con su lectura empezamos a
reconocer un Meursault que, a la vez que progresa intelectualmente lo
hace de forma emocional, dejando que sus reflexiones vayan encontrando el
camino a la conciencia de su propia existencia. Al final, ante la presión que
recibe por parte del capellán para que reconozca a su Dios, Meursault
estalla:
«Entonces,
no sé por qué, algo se rompió dentro de mí. Me puse a gritar a voz en cuello y
lo insulté y le dije que no rogara y que más le valía arder que desaparecer. Lo
había tomado por el cuello de la sotana. Vaciaba sobre él todo el fondo de mi
corazón con impulsos en que se mezclaban el odio y la cólera. Parecía estar tan
seguro, ¿no es cierto? Sin embargo ninguna de sus certezas valía lo que un
cabello de mujer. Ni siquiera estaba seguro de estar vivo, puesto que vivía
como un muerto. Me parecía tener las manos vacías. Pero estaba seguro de mi,
seguro de todo, más seguro que él, seguro de mi vida y de esta muerte que iba a
llegar. Sí, no tenía más que esto. Pero, por lo menos, poseía esta verdad,
tanto como ella me poseía a mí.»
Opinión:
Qué
bien me lo he pasado, cuanta falta me hacia leer un libro como este que, sin
resultar aburrido, me devolviera el interés por la filosofía y por el
pensamiento. Cuantas preguntas cuyas respuesta solo pueden encontrarse en el
interior del ser individual que, en esencia somos. Ahora bien: podría parecer
con este comentario que nos enfrentaremos a un peñazo impresionante, a un
ensayo científico… nada más lejos de la realidad, aunque la verdad es que no
resulta muy recomendable leerlo si sólo esperamos encontrarnos con un cuento
que nos entretenga, sin más pretensiones, eso sí… no dejando de ser eso,
esencialmente… un cuento.
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