domingo, 3 de enero de 2016

El dios de las pequeñas cosas. Arundhati Roy



Sinopsis:
« […/] Sonrió para sus adentros en la oscuridad al pensar cuánto amaba aquellos brazos, su forma, su fuerza, lo segura que se sentía cobijada en ellos, cuando lo cierto era que no había lugar más peligroso donde pudiera hallarse.
Él hizo con sus temores una rosa perfecta. Se la ofreció en la palma de la mano. Ella la cogió y se la colocó en el pelo. […]
Ahora sólo una cosa importaba. Sabían que eso era todo lo que se podían pedir. Lo único. Siempre. Los dos lo sabían.
Incluso luego, en las trece noches que siguieron a aquella, instintivamente se aferraron a las Pequeñas Cosas. Las Grandes Cosas siempre quedaban dentro. Sabían que no tenían adonde ir. No tenían nada. Ningún futuro. Así que se aferraron a las pequeñas cosas.»

En «El dios de las pequeñas cosas» se cuenta la historia de una saga familiar hindú a través de los ojos de dos niños, de dos hermanos –gemelos heterocigóticos- cuyas vidas quedaran marcadas para siempre por la terrible influencia de la muerte en accidente de su prima, Sophie Mol. También se cuenta la historia de su madre, Ammu, que tras un matrimonio malogrado por un marido maltratador y alcohólico, acaba enamorándose de un intocable, Velutha, que es acusado de la muerte de la niña. La novela está ambientada en Kerala, un estado del sur de la india, en un pueblo llamado Ayemenem, donde transcurre la mayor parte del relato, aunque la horquilla cronológica (1969-1993) permite hacer un recorrido por varios aspectos de las vidas de sus personajes y, por tanto, de los diferentes lugares donde transcurren sus experiencias vitales.
Pero «El dios de las pequeñas cosas» es, sobre todo, un recorrido por la moderna sociedad hindú donde, a través de un narrador tras el que, probablemente, se esconde la propia autora, se disecciona el sistema de castas, aun imperante en la india más profunda, las influencias del comunismo o del cristianismo sirio-ortodoxo. No en vano la autora, Arundhati Roy se distingue por ser una mujer muy comprometida. En el año 2004, ganó el Premio Sídney de la Paz por su trabajo en campañas sociales y su apoyo al pacifismo.
La lectura:
Quizás cuando Arundhati Roy proyectaba el argumento intentaba no abandonar la idea de escribir una historia tan manida, tan repetida a lo largo de la literatura universal que es el amor prohibido, imposible. Quizás pretendió dar una nueva vuelta de rosca al «Romeo y Julieta» shaskperiano. O quizás ni siquiera pensó en ello, y tan solo se dejó llevar por los fantasmas de su infancia y, sin ser siquiera consciente –o tal vez si- la etiqueta de «autobiográfico» se apoderó de su novela como un depredador salvaje lo hace de su presa: con la naturalidad y la confianza del que no puede ser juzgado solo por dejar que fluya el orden natural de las cosas.
Para mí la historia no tiene nada especial, nada novedoso que la haga original… en realidad no importa. Todo el entramado solo es una excusa para desplegar una hermosa prosa llena de sensibilidad, de tierna complicidad con el lector… una retahíla de literatura hilvanada con la delicadeza del artista que esta maravillosa autora despliega en su novela. Podría decirse que no es necesario leer el libro desde el principio deshojando la margarita en un orden estricto, sino que sería posible degustar su lectura empezando cualquiera de sus capítulos sin importar demasiado recoger las piezas de un puzle que, en sí mismas, son pequeños relatos, pequeñas joyitas literarias. Yo diría que el disfrute podría haber sido el mismo, incluso mayor, si nos hubiéramos olvidado de esa mortaja que suele ser lo que llamamos «hilo argumental» y lo hubiéramos empezado de una forma desordenada. Como ella misma dice en uno de los momentos del libro:
«Las Grandes Historias son aquellas que ya se han oído y se quiere oír otra vez. Aquellas a las que se puede entrar por cualquier otra puerta y habitar en ellas cómodamente. No engañan con emociones o finales falsos. No sorprenden con imprevistos. Son tan conocidas como la casa en la que se vive, el olor de la piel del ser amado. Sabemos cómo acaban y, sin embargo, las escuchamos como si no lo supiéramos. Del mismo modo que, aun sabiendo que un día moriremos, vivimos como si fuéramos inmortales. En las Grandes Historias sabemos quién vive, quien muere, quien encuentra el amor y quién no. Y, aun así, queremos volver a saberlo.
Ahí radica su misterio y su magia»
Opinión:
Y es que la primera impresión que queda al terminar el libro, lo primero que te viene a la mente, es que quieres releerlo… y si no lo he hecho ha sido por razones personales, por que las ganas las tengo, y lo haré, sin duda. Es un libro para no olvidar, para disfrutarlo despacito, sin prisas. Quizás, en algunas fases, podría clasificarse de lento; En algún momento… pero es que describir el dolor, describir la soledad, el sufrimiento; describir el maltrato, la amargura… describir la maldad… es lento, es angustioso. Las miserias humanas dejan un poso de lentitud, el tiempo se alarga y, cuando todo está en contra el tiempo parece ralentizarse. Se recrea en la tristeza.
Sin embargo el gozo, la alegría las ganas de vivir son rápidas. El júbilo, la felicidad transcurren tan deprisa que parece que se escurriera entre los dedos queriendo escapar hacia lugares más allá del entendimiento. El amor, los relámpagos de auténtica libertad, los infantiles sueños cumplidos… las pequeñas cosas nos cogen de sorpresa, nos halagan durante esos pequeños instantes para abandonarnos, un poco, al recuerdo de tiempos mejores... Por suerte la felicidad es el alimento de la esperanza y, esta, el combustible que nos empuja a la supervivencia. Este es el mensaje de optimismo que me deja esta maravillosa novela con la que Arundhati Roy nos regala. Una maravilla que, desde que terminé su lectura, ha pasado a formar parte de mis libros predilectos.

1 comentario:

  1. Tienes razón hay que leerlo lentamente para disfrutar sus metáforas, su prosa en donde olores, ruidos y espacios de una India tradicional, están en todas partes y en donde las mujeres que rompen las reglas son poco menos que cosas y viven un verdadero viacrucis. Rescato esa belleza literaria detrás de tantos abusos y sufrimiento.

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