Sinopsis:
« […/] Sonrió para sus adentros en la
oscuridad al pensar cuánto amaba aquellos brazos, su forma, su fuerza, lo
segura que se sentía cobijada en ellos, cuando lo cierto era que no había lugar
más peligroso donde pudiera hallarse.
Él hizo con sus temores una rosa perfecta. Se
la ofreció en la palma de la mano. Ella la cogió y se la colocó en el pelo. […]
Ahora sólo una cosa importaba. Sabían que eso
era todo lo que se podían pedir. Lo único. Siempre. Los dos lo sabían.
Incluso luego, en las trece noches que
siguieron a aquella, instintivamente se aferraron a las Pequeñas Cosas. Las
Grandes Cosas siempre quedaban dentro. Sabían que no tenían adonde ir. No
tenían nada. Ningún futuro. Así que se aferraron a las pequeñas cosas.»
En
«El dios de las pequeñas cosas» se cuenta la historia de una saga familiar
hindú a través de los ojos de dos niños, de dos hermanos –gemelos
heterocigóticos- cuyas vidas quedaran marcadas para siempre por la terrible
influencia de la muerte en accidente de su prima, Sophie Mol. También se cuenta
la historia de su madre, Ammu, que tras un matrimonio malogrado por un marido
maltratador y alcohólico, acaba enamorándose de un intocable, Velutha, que es
acusado de la muerte de la niña. La novela está ambientada en Kerala, un estado
del sur de la india, en un pueblo llamado Ayemenem, donde transcurre la mayor
parte del relato, aunque la horquilla cronológica (1969-1993) permite hacer un
recorrido por varios aspectos de las vidas de sus personajes y, por tanto, de
los diferentes lugares donde transcurren sus experiencias vitales.
Pero
«El dios de las pequeñas cosas» es, sobre todo, un recorrido por la moderna
sociedad hindú donde, a través de un narrador tras el que, probablemente, se
esconde la propia autora, se disecciona el sistema de castas, aun imperante en
la india más profunda, las influencias del comunismo o del cristianismo
sirio-ortodoxo. No en vano la autora, Arundhati
Roy se distingue por ser una mujer muy comprometida. En el año 2004, ganó el
Premio Sídney de la Paz por su trabajo en campañas sociales y su apoyo al
pacifismo.
La
lectura:
Quizás
cuando Arundhati Roy proyectaba el argumento intentaba no abandonar la idea de
escribir una historia tan manida, tan repetida a lo largo de la literatura
universal que es el amor prohibido, imposible. Quizás pretendió dar una nueva
vuelta de rosca al «Romeo y Julieta» shaskperiano. O quizás ni siquiera pensó
en ello, y tan solo se dejó llevar por los fantasmas de su infancia y, sin ser
siquiera consciente –o tal vez si- la etiqueta de «autobiográfico» se apoderó
de su novela como un depredador salvaje lo hace de su presa: con la naturalidad
y la confianza del que no puede ser juzgado solo por dejar que fluya el orden
natural de las cosas.
Para
mí la historia no tiene nada especial, nada novedoso que la haga original… en
realidad no importa. Todo el entramado solo es una excusa para desplegar una
hermosa prosa llena de sensibilidad, de tierna complicidad con el lector… una
retahíla de literatura hilvanada con la delicadeza del artista que esta
maravillosa autora despliega en su novela. Podría decirse que no es necesario
leer el libro desde el principio deshojando la margarita en un orden estricto,
sino que sería posible degustar su lectura empezando cualquiera de sus
capítulos sin importar demasiado recoger las piezas de un puzle que, en sí
mismas, son pequeños relatos, pequeñas joyitas literarias. Yo diría que el
disfrute podría haber sido el mismo, incluso mayor, si nos hubiéramos olvidado
de esa mortaja que suele ser lo que llamamos «hilo argumental» y lo hubiéramos
empezado de una forma desordenada. Como ella misma dice en uno de los momentos
del libro:
«Las Grandes Historias son aquellas que ya se
han oído y se quiere oír otra vez. Aquellas a las que se puede entrar por cualquier
otra puerta y habitar en ellas cómodamente. No engañan con emociones o finales
falsos. No sorprenden con imprevistos. Son tan conocidas como la casa en la que
se vive, el olor de la piel del ser amado. Sabemos cómo acaban y, sin embargo,
las escuchamos como si no lo supiéramos. Del mismo modo que, aun sabiendo que
un día moriremos, vivimos como si fuéramos inmortales. En las Grandes Historias
sabemos quién vive, quien muere, quien encuentra el amor y quién no. Y, aun
así, queremos volver a saberlo.
Ahí radica su misterio y su magia»
Opinión:
Y es
que la primera impresión que queda al terminar el libro, lo primero que te
viene a la mente, es que quieres releerlo… y si no lo he hecho ha sido por
razones personales, por que las ganas las tengo, y lo haré, sin duda. Es un
libro para no olvidar, para disfrutarlo despacito, sin prisas. Quizás, en
algunas fases, podría clasificarse de lento; En algún momento… pero es que
describir el dolor, describir la soledad, el sufrimiento; describir el
maltrato, la amargura… describir la maldad… es lento, es angustioso. Las
miserias humanas dejan un poso de lentitud, el tiempo se alarga y, cuando todo
está en contra el tiempo parece ralentizarse. Se recrea en la tristeza.
Sin
embargo el gozo, la alegría las ganas de vivir son rápidas. El júbilo, la
felicidad transcurren tan deprisa que parece que se escurriera entre los dedos
queriendo escapar hacia lugares más allá del entendimiento. El amor, los
relámpagos de auténtica libertad, los infantiles sueños cumplidos… las pequeñas
cosas nos cogen de sorpresa, nos halagan durante esos pequeños instantes para
abandonarnos, un poco, al recuerdo de tiempos mejores... Por suerte la
felicidad es el alimento de la esperanza y, esta, el combustible que nos empuja
a la supervivencia. Este es el mensaje de optimismo que me deja esta
maravillosa novela con la que Arundhati Roy nos regala. Una maravilla que,
desde que terminé su lectura, ha pasado a formar parte de mis libros
predilectos.
Tienes razón hay que leerlo lentamente para disfrutar sus metáforas, su prosa en donde olores, ruidos y espacios de una India tradicional, están en todas partes y en donde las mujeres que rompen las reglas son poco menos que cosas y viven un verdadero viacrucis. Rescato esa belleza literaria detrás de tantos abusos y sufrimiento.
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