domingo, 3 de enero de 2016

Falsa identidad. Sarah Waters

Sinopsis:

Falsa identidad cuenta la historia de dos mujeres, dos adolescentes de vidas difíciles, aunque con diferentes orígenes familiares. Por un lado Susan Triden; una ladronzuela de los barrios bajos londinenses, que convive en un cuchitril que nos recuerda a los relatos de Charles Dickens, con toda una pléyade de maleantes, jóvenes rateros y delincuentes de poca monta y que va a ver como su vida se desmorona gracias al plan de un desclasado aristócrata, miembro del grupo, que conseguirá que los destinos de las dos protagonistas se crucen. Por otro lado Maud Lilly, la sobrina de un bibliófilo de la clase alta británica, coleccionista de literatura erótica, que ha se ha dedicado a la educación de su sobrina para convertirla en la perfecta lectora y guardesa de dicha colección para disfrute de sí mismo y sus invitados.

Caballero, que es el nombre del artífice del plan, ha urdido un complejo ardid en el que implica a Sue convenciéndola para convertirse en doncella personal de Maud y de esa forma conseguir engañar a su tío, casarse con ella tras su rapto y de esa forma conseguir heredar su fortuna. Pero los acontecimientos nunca son lo que parece y la trama se va complicando hasta acabar por hacer dudar a las dos mujeres de si son las cómplices o las víctimas.

La lectura:

Lo primero que me sorprende es la cantidad de críticas positivas que ha recibido esta novella, no solo del público, sino de críticos infinitamente más cualificados que el que escribe para evaluar los meritos de la escritora. Ya se preocuparon en la editorial de presentar dichas críticas positivas en la contraportada del libro, como era de esperar, asi que no sorprenderé a nadie a medida que las voy enumerando. Lo que si me creo es en la obligación, por atreverme a llevar la contraria de la forma que verán, a dar una explicación previa a mi forma de ver la literatura. Ni que decir tiene que probablemente la decepción hubiera sido muchísimo menor si estas críticas no me hubieran puesto «los dientes largos», y no me hubiera visto obligado a arriesgarme a los palos,

«Con ciertas novelas, uno envidia a los que aún no las han leído, por el intenso placer que les espera. Y esta sin ninguna duda, es una de ellas. Larga, tenebrosa, retorcida, un espléndido artefacto literario, una experiencia inolvidable» (Julie Myerson, The Guardian)

pero en fin, quién dijo miedo…:

Podríamos definir la literatura como el arte que utiliza como medio la palabra. Quizás esta definición sería un poco escueta si obviamos que, antes de escribir, cuando el artista (en este caso el escritor) se enfrenta a ese eterno tópico del «folio en blanco», ha debido desafiar sus propias dudas, recurrir a esa «neuroteca personal» de la que ya he hablado en algún artículo de mi blog, para ir construyendo y armando sus ideas hasta formar ese armazón previo que dará lugar a su novela. Y en esa disquisición imagino que quizás se plantea seriamente ¿Qué deseo hacer con mi obra? ¿Decir algo, o contar algo? Es decir: mis pretensiones van más allá de relatar una buena historia y pretendo además hacer algún tipo de alegato, un discurso a esas dudas que planean en mis reflexiones diarias. Quizás necesito exorcizar, a través de mis personajes, los demonios que torturan mis noches de insomnio o, sencillamente, dejar constancia a través de sus vivencias de mi incapacidad para entender la existencia.

«Una novela gloriosamente melodramática, con personajes fascinantes que van mas allá del heroismo la maldad. El atractivo de Waters reside en su perversa, subversiva lectura de la novela del siglo XIX» (Time Out)

Tal vez mi preocupación, al contrario, es la intención de contar la historia moldeando las formas hasta hacer de mi estilo de escribir uno propio que rompa los moldes establecidos hasta ahora por la literatura y haga que mi obra ofrezca una singularidad tan especial que las generaciones venideras hayan de estudiarla y, por extensión, admirar mi sentido de la estética, de mi dominio de la palabra.

«La principal novela victoriana que Waters se propone invertir, perverter y transgredir es La dama de blanco, de Wilkie Collins. Es admirable la habilidad con que la autora, al mismo tiempo que da la vuelta como un guante a la novela de Collins, domina con mano maestro todos los recursos literarios que el postulaba. Hazlos reír, hazlos llorar, haz que estén en vilo, enseñaba el maestro. Y Waters lo hace, y también mucho más difícil: nos deja boquiabiertos de asombro y admiración» (John Sutherland, London Review of Books)

Yo si que no acabo de conseguir cerrar la boca por el asombro tras haber leído la novela y comprobar que estas críticas siguen estando en la contraportada, como cualquiera puede comprobar. En todo caso esa reflexión previa de la que hablaba no deja de ser fundamental para entender la literatura como un arte, no solo de la palabra, sino de la esencia del alma.

Y el lector que haya soportado todo este rollazo y haya llegado hasta aquí se preguntará: ¿Y todo esto…. paqué…? ¿A qué viene este tostonazo? Pues es muy sencillo: con esta novela es quizás la primera vez en mi vida que me siento seriamente estafado, es decir. Durante más de la mitad de la misma he tenido sentimientos de admiración profunda hacia la autora creyéndome encontrar ante una obra maestra de la literatura moderna. Seguramente condicionado por estas críticas… por ejemplo:

«Los libros de Waters son mucho mas que inteligentes pastiches históricos: hay en ellos una Mirada y una sensibilidad contemporaneas. Sus novelas son refinadas reconstrucciones de época y sus argumentos están espléndidamente construidos. Hay en ellos peligro, misterio, histeria y corrupción. Pero también aquello que solo se insinuaba en las novelas victorianas: sexualidad, pornografía, drogadicción. Es como si Charlotte Bronte se apasionara por las discotecas y Dickens saliera del armario» (The Independent)

Lo crédulos que somos y que fácil es seducirnos con la opinión de algunos que se autodenominan expertos. Cegado por estos comentarios, durante gran parte del texto he creído detectar, por ejemplo, un intento de modernizar y actualizar la novela victoriana utilizando un lenguaje claro y llano…, tanto que poco a poco dicho lenguaje me ha ido rechinando en el cerebro encontrando frases y expresiones totalmente descontextualizadas de la época victoriana que lastraban esa probable intención. También creí estar ante un homenaje a Dickens, o ante un trabajado y meritorio thriller policiaco de enrevesados matices que se resolvieran con inteligencia y precisión y que mezclando estilos literarios compusieran una de las mejores novelas de misterio que hubieran pasado por mis manos. Nada mas lejos de la realidad

Y entonces me encuentro ante una duda. Si las intenciones, como sospecho, eran las de «decir» algo, las de escribir una obra de arte que marcase un antes y un después de la literatura actual, o que tuviera algo que decir, por ejemplo, sobre la homosexualidad femenina, o sobre el feminismo…. y solo entonces, en mi opinión nos encontramos ante una de las más pretenciosas y sobrevaloradas novelas de todos los tiempos escrita por una artista fallida cuyo mayor talento es tener un dominio aceptable de la palabra, es decir: ser una excelente artesana literaria a la que no ayuda esa obsesión de los críticos de turno de buscar nuevos valores y mucho menos la de la editorial por vender libros. Si por el contrario su intención es la de contar algo, es decir; limitarse a contar una historia, entonces sí: creo que es una novela entretenida, bien escrita y con ciertos toques de misterio que hacen que mantengas una cierta tensión durante la lectura queriendo descubrir una trama que, por otra parte, se resuelve con dudoso éxito al final. Además de ser poco creíble y demasiado larga para mi gusto.

En cuanto a los personajes me sorprende leer, eso de «personajes fascinantes que van más allá del heroísmo o la maldad», como si fuera un valor intrínseco en la labor de construcción de los mismos. De toda la vida he creído en la importancia de que los actores de las novelas estén perfectamente construidos en sus perfiles tanto psicológicos como estéticos, y muestren coherencia a la vez que, a medida o en base a la construcción de la novela, evidencien ciertas singularidades que aporten y enriquezcan la fuerza del relato…. Y es que en esta novela estos personajes son absolutamente planos, apenas hay transición ni evolución entre ellos al punto de que, a pesar de que está dividida en tres partes en las que cada una de las protagonistas relata su propia vivencia, no parece haber diferencia en la forma de expresarse y, casi siquiera en la forma de afrontar sus miedos, sus preocupaciones o la forma de resolver los problemas que la trama plantea. Como si siempre hablásemos del mismo personaje. Los secundarios apenas tienen protagonismo ni aportan apenas nada y ni unos ni otros muestran coherencia de carácter, personalidad ni, prácticamente, interés.

Opinión:

Asi que tras haber diseccionado y argumentado mis razones debo recomendar esta novela siempre que no se espere más que una simple obra de artesanía bien construida pero sin rozar siquiera la obra maestra que la editorial nos quiere vender en su contraportada. De hecho esta crítica pretende poner las pilas sobre todo a la editorial, no a la autora, que probablemente (no tengo porque dudarlo) comulgue en la humildad de sencillamente dedicarse al noble arte de la escritura sin más pretensiones que contar una buena historia para entretener al lector. Lejos de críticas tan pretenciosas como esta:

«Una novela tan inteligente, tan atractiva, que si ustedes, como yo, desconfían de las novelas históricas, deberían abandonar todos sus prejuicios. Waters no es solo una buena escritora de novela histórica, es una de nuestras mejores escritoras sin más» (Matt Thorne, Independen ton Sunday)

Demasiado, en mi opinion.

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